SOBRE LA DIRECCIÓN

La Dirección de Turismo es la encargada de vincular la Casona de San Marcos con las colectividades nacionales e internacionales a través de su labor de PROMOCIÓN TURÍSTICA, llevada a cabo en diferentes programas de visitas guiadas y eventos académicos. Aunque, el 3 de febrero de 1998 se obtuvo el reconocimiento institucional como dependencia del Centro Cultural de la Universidad de San Marcos(mediante la Resolución Rectoral N° 00639 – CR – 98), con sede en el histórico local de la antigua Casona sanmarquina, sus inicios datan de dos años antes. En el 2007 pasó a denominarse Dirección de Turismo, denominación que retiene hasta el presente. Nuestro equipo de trabajo se compone de historiadores y profesionales de turismo, y también de estudiantes universitarios de diversas especialidades e instituciones, lo cual nos permite realizar nuestra labor con una visión multidisciplinaria.

sábado, 19 de marzo de 2016

El cuartel general de la literatura peruana

“Siempre recuerdo el patio de letras de San Marcos, que era en esos años como el cuartel general de la literatura peruana. Ahí pasaban todos los escritores, poetas, narradores, letrahabidos, muchachos y muchachas con sueños de escribir y publicar alguna vez, y esa era como una formación paralela a la que uno recibía en las aulas. Ahí se disputaba con gran pasión y con un fondo inalterable de amistad. Ahí tal vez, y por culpa de Carlos Eduardo Zavaleta, escuché por primera vez hablar de William Faulkner, que es uno de los escritores que más me han marcado.

La literatura estaba en el aire de la Facultad, no sólo en las clases y en la polvorienta biblioteca. Se la vivía también a plena luz, cada mediodía, cuando acudían los poetas, los narradores, los dramaturgos, reales o en ciernes, pues el patio de Letras funcionaba como el cuartel general de la literatura peruana. Escuchando a esos adelantados, el primerizo aprendía sobre autores indispensables, libros claves y técnicas de vanguardia, tanto o más que en las clases. Allí oí yo a Carlos Zavaleta mencionar por primera vez a William Faulkner, que sería desde entonces uno de mis autores de cabecera. Y allí descubrí a Joyce, a Camus, a John Dos Passos, a Rulfo, a Vallejo, a Tirant lo Blanc. Allí oí hablar por primera vez de Julio Ramón Ribeyro, que ya vivía en Europa, y conocí a Eleodoro Vargas Vicuña, el autor de los delicados relatos de `Nahuín'; y al impetuoso Enrique Congrains Martín, un ventarrón con pantalones que fue, antes de narrador, inventor de un sapolio para lavar ollas, y luego, de muebles de tres patas, y que editaba y vendía sus libros, de casa en casa y de oficina en oficina, en contacto personal con sus lectores. Y allí pasamos muchas horas discutiendo sobre Sartre, Borges, Les Temps Modernes parisinos y la revista Sur de Buenos Aires, con Luis Loayza y Abelardo Oquendo, que, aunque de la Católica, venían también a las tertulias peripatéticas del patio de Letras. Allí me pusieron mis amigos el apodo de "El sartrecillo valiente" que me llenaba de felicidad. En verdad los narradores estaban en minoría, proliferaban sobre todo los poetas: Washington Delgado, Carlos Germán Belli, Pablo Guevara, Alejandro Romualdo, y algunos que eran ya críticos y profesores, como Alberto Escobar. El teatro no estaba tan bien representado, aunque algunas mañanas hacía sus rápidas apariciones por el patio de Letras, con una galante rosa roja en la mano para homenajear a una estudiante de la que estaba prendado, el afilado perfil de Sebastián Salazar Bondy, hombre de teatro, de poesía, de relatos, crítico, divulgador y promotor de cultura, que sería, años después, íntimo amigo.

Enseñar en San Marcos era entonces prestigioso desde el punto de vista social y hasta mundano y sus facultades contaban con las figuras más destacadas de cada disciplina y profesión. Abogados, médicos, economistas, farmacéuticos, dentistas, químicos, físicos, psicólogos, y, por supuesto, los humanistas de todas las especialidades, tenían, como suprema distinción de su carrera, enseñar en San Marcos. Y por eso, aunque los sueldos fueran escuálidos y las condiciones de trabajo sacrificadas, la Universidad podía jactarse de ofrecer a los estudiantes que supieran aprovecharla, la más enjundiosa preparación intelectual”

Mario Vargas Llosa.






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